La Bala Perdida.

La Bala Perdida

La bala perdida se va hacia su blanco. Es su intención perforar. Herir. Matar. No hay forma de justificar su trayectoria. Siempre sale en dirección recta hacia su objetivo. No se desviará. 

Apunta. Dispara.  La bala sale. Y en una especie de bucle de tiempo surrealista el dolor del traspaso del corazón de la víctima se repite una, y otra vez. Relatividad del tiempo. Esa bala. Se demora. Puedes contar los siglos que dura el que te atraviese el corazón. El alma. 

Sabes que al final del camino. Lo más probable es que morirás. Pero ya quieres que salga. No quieres ser observador de tu propia muerte. Preferirías llorar por la muerte de otros. Pero en cambio. El regalo que te da la vida es presenciar tu marcha, tu ida de este mundo. Segundo a segundo. Los más largos del universo. 

Te preguntas mientras esperas. ¿Qué fue lo que paso? ¿Qué fue lo que hice para ser merecedor de este espectáculo de muerte? ¿Dolor? ¿Y perdida? ¿Dónde estaba la misericordia cuando te hacía falta tu dosis? 

Cada milímetro de avance en tu carne, es un siglo de recuerdos de momentos felices. De sí...  De tal vez... De que hubiera pasado sí... Pero sabes que esto ya no importa. 

Con tu último suspiro se irá también el dolor. Ya no sentirás nada. Pero aun tu cerebro tardará 10 minutos recibiendo la información de tu cuerpo. Reconociendo uno a uno los órganos qué se apagan. Ya preparado para morir. Cierras los ojos y le das a esa alma algo de privacidad. Para que se despida en paz. De ese que una vez fue su cuerpo. 

Para todos los que están pasando por depresión. Siempre hay una luz. No dejes de perseguirla. O nunca regresarás del túnel.